martes, 31 de agosto de 2021

María de Maeztu y la Residencia de señoritas por María Pérez Herrero

 


María de Maeztu, semblanza de un edificio: la Residencia de Señoritas

Un edificio no es solamente ladrillos y cemento. Es un espíritu vivo que recuerda un pasado, una historia y unas personas. La Residencia de señoritas,  hoy Fundación José Ortegas y Gasset-Gregorio Marañón, enclavada en la calle Fortuny 53 de Madrid, “la resi”, como la llamaban sus pupilas, vive, respira. Se alza tímida en medio de la gran ciudad. Tal vez siguiendo esa modestia con la que nació en 1915.  Los varones abandonaban unos hotelitos de la calle Fortuny 28 y 30 e inauguraban el flamante edificio de la calle Pinar, en lo que llamaban los altos del hipódromo y María de Maeztu aprovechando la oportunidad  solicitó que la permitieran utilizar esos edificios ya viejos, en desuso, para una residencia de mujeres, chicas que irían a Madrid a estudiar. ¿A estudiar?, qué modernidad.

Los varones eran moradores de las Residencia de Estudiantes, pero las mujeres serían, en cambio, con ese mismo espíritu  “Residencia de Señoritas”. Al principio solo residencia, más tarde clases de gramática, historia, taquigrafía, biblioteconomía, laboratorios, ayuda en la preparación de sus exámenes… y  alojamiento, todo eso era la Residencia de Señoritas; alumnas internas o externas de toda España que quieren ir a la universidad, un nuevo modelo de estudio, innovador, laico, conferencias, excursiones a la sierra, teatro, salón con piano y  formación de educación superior. El derecho a la cultura de la mujer no es un privilegio es un deber que se cumple…”,  escribió ella.

El tesón y la voluntad de María de Maeztu se hizo realidad en 1915. Ella que realizó todos sus estudios con esfuerzo y coraje le propuso a José Castillejo, Secretario de la Junta de Ampliación de Estudios, su sueño relatando su experiencia vivo en una pensión con ruidos, olores, sin espacio, riñas, chinches… así no hay quien estudie y su petición fue aprobada. Llevaba años estudiando las nuevas corrientes de pedagogía en el extranjero, había estudiado bajo las órdenes de Ortega y Gasset, de Unamuno, había recibido títulos y daba conferencias. Conocía las residencias del extranjero, Londres, Berlín y quiso que la mujer española pudiera tener las mismas oportunidades. Años antes había trabajado como profesora en el International Institute for Girls, una institución americana de corriente laica que establecida en Madrid ofrecía también a sus alumnas extranjeras ese tipo de residencia y enseñanza. Lo que vio lo puso en práctica. María de Maeztu fue una innovadora y una visionaria en la educación de la mujer.

Abrió la Residencia y la adecuó con apenas lo que los otros habían dejado. Afortunadamente contó con la amistad y ayuda de Rafaela Ortega y Gasset, insustituible en su labor. Solo tres fueron las primeras estudiantes que tuvo ese año. Pero gracias a su esfuerzo, tesón y  dedicación año tras año creció, amplió estudios, mejoró las condiciones. Pronto las peticiones fueron demasiadas, de toda España llegaban recomendaciones para poder estudiar y alojarse allí. Poco a poco crece con más alumnas y profesoras quedando la creciente falta de espacio resuelta casi como anécdota del devenir de la historia, pues la I Guerra Mundial hizo inviable el gasto en Madrid de los dos edificios, de propiedad americana, del International Institute for Girls, donde ella había sido profesora años antes.  Miss Susan Huntington, del comité de Boston, los ofrece en alquiler a la Junta de Ampliación de Estudios, lo que no desaprovecha María dejando Fortuny 53, que posteriormente comprará el gobierno, como vivienda para el nuevo grupo de chicas y Miguel Ángel 8 como sede de estudio del nuevo primer curso de 1918 del recién nacido Instituto-Escuela; clases mixtas y nueva pedagogía, prácticamente gratuita.

Una colaboración conjunta JAE –International Institute, de estudio y alumnas. María creció en responsabilidades y en deudas pero amplió las solicitudes y los espacio incorporando nuevos edificios, y lo que es no menos importante, se ajustó y cumplió un presupuesto que ciertamente era mucho menor que el concedido a la Residencia de Estudiantes, de varones.  Realizó una admirable gestión administrativa procurando mantener un coste muy ajustado para las pupilas favoreciendo que se dieran clases gratuitas de inglés francés, literatura…

Desde las ventanas del edifico vemos un jardín, unos árboles y unos arbustos. Imaginamos unas flores, rosas tal vez y unos bancos donde mujeres de toda condición pasean, comentan, o leen tranquilamente. Tal vez esperan la hora de la cena. Saben que luego se reunirán en el salón y en grupos comentarán una obra de teatro, la conferencia impartida por Ortega y Gasset o leerán las cartas de sus familias. O tal vez recuerdan como Marie Curie utilizó su laboratorio en la última visita a España. El piano también guarda el eco mientras resuena la lectura poética de Concha Méndez, o la conferencia “Rutas femeninas” de Victoria Kent, o la de “Figuras y caminos” de Clara Campoamor, directiva también como ella de la FIMU, (Federación Internacional de Mujeres Universitarias), y con quien ha coincidido en sus congresos. Todo es enseñanza, incluso charlas sobre higiene femenina o sobre pintura, siendo algunas de asistencia obligada. María además es la presidenta del Lyceum Club, un espacio privado sólo para mujeres creado en 1926, con programas de realización feminista pidiendo el voto y trayectoria cultural, y también ha dispuesto que haya intercambio libre de asistencia mutua en todas las conferencias. Por ambas sedes brillarán las socias como su querida amiga María Martos, Rosa Spottorno Topete, esposa de su querido amigo José Ortega y Gasset, Zenobia Camprubí, con sus raíces americanas, o Victoria Kent la vicepresidenta del Lyceum o Matilde Huici abogadas ambas, y entre ellas las nuevas pupilas, estudiantes que se beneficiaran de la poesía de Alberti, del teatro de Rivas Cherif, o de la exposición de pintura. Todo es cultura y alimento espiritual. Nueva Pedagogía.

Ellas a través del espíritu de María de Maeztu se enriquecerán. Unas preparan oposiciones,  y otras estudian en la universidad y serán eminentes abogadas como Victoria Kent. Algunas pagan una cuota inferior porque ellas mismas se encargan de la limpieza de su habitación y ropas. Recorremos los pasillos, la escalera, oímos el eco de las voces femeninas, las risas o la nostalgia de estar lejos de sus casas. Siempre tienen abierto el despacho de María, que las aconsejará o las reprenderá, pues ante todo era educadora, como solía decir en sus cartas. Seguramente tiene el despacho todavía el halo de María, silenciosa, meticulosa, constante, trabajadora abriendo las innumerables cartas de solicitud que recibe. Le brillan los ojos leyendo una petición de su querido maestro Unamuno para su amigo Isidoro Iglesias. Ella contestará diligente y, por supuesto,  aceptará a la hija de su amigo.

Fueron veinte años de enseñanza y educación para la nueva mujer española hasta que la destituyeron en 1936 y partió al exilio.  Pero quedó en pie el edificio, que aglutina toda su obra, que respiró todo ese valer y el entusiasmo de saber que allí miles de estudiantes  conformaron una nueva generación de mujer abierta, trabajadora sin miedo al futuro. Como ella era.

María de Maeztu había nacido en Vitoria en 1881 y murió en 1948 en Mar del Plata (Argentina).

María Pérez Herrero es autora de Ni locas ni tontas, Editorial Espasa @nilocasnitontas